texto curatorial
“Dos contrastes” gira en torno a una producción artística diferente a la que estamos habituados a presenciar de Carolina Antoniadis y Matilde Marín, quienes nos demuestran su osadía al explorar diferentes disciplinas, en búsqueda de una materialidad distinta.
La minuciocidad y atención al detalle, tanto de Marín, como de Antoniadis, se ve reflejada en piezas de pequeños formatos que dan forma a grandes instalaciones.
La propuesta presentada por la galería se destaca por el detallado montaje curatorial en el que la iluminación y disposición de las obras han sido especialmente cuidadas favoreciendo la oposición y complemento entre ambas producciones.
Las obras de Marín y Antoniadis se contrastan en color, materialidades y luminosidad. La belleza se entrelaza en ambas artistas nómades de lenguajes y poéticas de un modo rítmico y orgánico.
Al ingresar al espacio, sorprende por su monumentalidad la instalación Manto de La Utopía de la artista Marín. La obra, en formato de muro conformado por un tejido donde se colocan múltiples pequeños papeles hechos a mano bajo técnicas orientales y posteriormente grabados, quemados o perforados, fue montada e instalada directamente en el espacio de la galería, ajustando la piezasite –specifical formato de la pared donde se exhibe.
La serie Muros de Matilde Marín, desarrollada desde el año 1997 como obra gráfica no tradicional, representa, al igual que su vasto cuerpo de obra, el rol del artista como testigo en la historia de diversos acontecimientos. Son los muros, silenciosos, antiguos o fugaces, quienes llevan grabados e impresos las memorias y culturas de los pueblos. “La idea de trabajar con muros se encuentra vinculada a la necesidad de distanciar al grabado del estatismo en sus soportes habituales; convertirlo en un objeto instalado en un espacio real que incluye y envuelve al espectador, “ explica Marín. Manto de La Utopía se encuentra acompañada por el video Travesía (4’55’’, 2002), donde la metáfora del rostro de una mujer joven deviene en adulta a través de los rumbos de su elección. La pieza aborda el concepto de la emigración y nomadismo que obligan al humano a encontrarse en una condición de tránsito. Itinerarios diversos que implicarán un recorrido de huellas y mitos en el tiempo.
En la Sala pequeña, Antoniadis nos recibe con dos instalaciones de pared en cerámica y oro. Interesada en los límites y ambigüedad entre el arte y el diseño, incorpora objetos y pinturas que funcionan como elementos autónomos y con una narrativa complementaria.
Ceibo suites es una exquisita evocación de recuerdos, miedos y asombros que ostenta la ondulante morfología de la flor nacional. En palabras de la artista “las coronas para mi tienen varias lecturas, como adorno en las situaciones funerarias o como coronación en la materialización de un triunfo. No intento darle un sentido cerrado a mi obra, la elección de las flores de ceibo es simplemente porque siempre me atrajeron morfológicamente por su complejidad”.
En oposición a Ceibo suites, se encuentra la instalación Constelación familiar, una serie de micro relatos donde la iconología de lo cotidiano de las pinturas, se encuentra rodeado de miniaturas de rostros infantiles intervenidos con oro. A diferencia de la estética de las reconocidas y destacadas pinturas neo-barrocas de Antoniadis, sus objetos en cerámica presentan un lenguaje más sincrético sobre el ícono y configuración de lo femenino.
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