texto curatorial
Julián Mizrahi
El color en tránsito
Reencontrarse con Martín Reyna siempre es para mi un placer. Los años de amistad que nos unen me autorizan a entrar en su obra. A este gesto de confianza debo responder con agudeza dado el camino recorrido por el artista.
Suelo decir que es un gusto ir con Reyna a un museo para ver por medio de sus ojos cosas que se me hubiesen escapado o apreciaciones que nunca hubiese descubierto.
Reyna habla con una sensibilidad extrema de la forma y del color, consolidando su indivisibilidad de ese concepto neurálgico en su obra. Por mi lado, propongo mi visión, pero sobre todo aplico las experiencias vividas para empujar los límites de la obra.
Martín no es sólo un gran observador, sino que también es un recipiente de nuevas metodologías, característica no siempre usual en los artistas. Con frecuencia hablamos sobre la importancia de la técnica que maneja a la perfección, la pintura.
La propuesta inicial para esta experiencia con Reyna es un camino en donde la variedad de destinos hacen que una sola muestra haya sido producida en cuatro locaciones diferentes, separadas por miles de kilómetros. Para realizar esta exposición nos dejamos llevar por la idea del papel como objeto, su maleabilidad y las infinitas posibilidades de ver la pintura, marcar sus velocidades, curvas y rumbos, casi con la intención de sumar volumetría a una obra primeramente bidimensional. Hemos conversado acerca de los ritmos, descansos, momentos coloridos y otros desaturados y de la vida misma, especialmente en estos días cargados de tantas emociones encontradas que inevitablemente se funden también en los colores del papel.
La sinuosidad de su trazo en el mapa del papel inspira la necesidad de incorporar físicamente esas curvas al espacio expositivo. El soporte papel se convierte de esta manera en cómplice de las intenciones del artista, dejando de lado la previsibilidad plana, otorgando un sesgo objetual y de aporte a la vivencia del observador.
Conversamos acerca de muchas inspiraciones: Serra, Graham, entre otros; artistas que nos llevaron a entender que podemos no sólo observar la obra sino más bien estar dentro de ella, superados por su enormidad, haciendo participar al espectador para que encuentre su propio ritmo dentro de la pintura. El observador estará entonces en tránsito permanente mientras permanezca en la sala.
Un acto experimental casi heroico de un artista que sin miedo plantea la necesidad de salir de la pared, gran aliada en su carrera. Su propuesta va en camino de agregar volumetría al color y de seguir conquistando la espacialidad, lo cual le da infinitas posibilidades a su propio universo.
El color en tránsito es una muestra que habla de su obra y trayectoria, pero sobre todo del eje inexplorado que se atreve a recorrer para avasallarnos con una mole de colores y paisajes que incluyen hasta fragmentos de las inclemencias del tiempo, al cual Martín deja sujeta su obra como parte necesaria de un todo entre artista y naturaleza.
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