biografía
Alberto Heredia (1924-2000) fue un escultor argentino, se interesó desde muy temprana edad por las artes, a pesar de que recibió muy poca formación académica. Si bien tuvo una corta vinculación con el arte abstracto, siempre fue un artista figurativo, que navegó por diversos cuerpos de obra, haciendo un estudio de la condición humana, el cuerpo, el sufrimiento y la sociedad de consumo entre otras cosas, recurriendo a los objetos cotidianos y de desuso para sus creaciones.
Cuando, a los 21 años comienza sus estudios en la Escuela Nacional de Cerámica y posteriormente en los talleres de la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano, desarrolla una imagen expresionista y la utilización de diversos materiales y técnicas combinadas son elementos recurrentes en esta etapa.
Dejándose llevar por su espíritu curioso, se interesa por las lecturas de Rimbaud, Jean Paul Satre o Albert Camus, vinculándose con la filosofía existencialista y con la obra de artistas plásticos internacionales que conoce, en parte, gracias a los cursos que dictaba por entonces Jorge Romero Brest. Estos acontecimientos lo acercan al mundo del arte, donde conoce al grupo Arte Concreto Invención y establece una íntima relación con los escultores Enio Iommi y Claudio Girola. Como consecuencia desde 1948 se aleja del estilo figurativo y expresionista y se inclina hacia la abstracción, destruyendo casi todo su trabajo previo.
En 1960 realiza su primera muestra individual en la Galería Galatea y presenta obras en la Primera Exposición Internacional de Arte Moderno en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Se instala en Europa, primero en Madrid, donde se vincula con artistas informalistas como Saura, Chillida y Millares, entre otros. Por medio de ellos comprende la necesidad de volcar sentimientos de furia, pasión y dramatismo en las obras, algo que se percibe en muchos de sus dibujos, collages y esculturas de aquellos años.
Se traslada a Ámsterdam y finalmente a París, donde reafirma su amistad con Alberto Greco, artista argentino. Gracias a él se conecta con otras formas de hacer artístico, participando en sus primeras acciones Vivo-Dito. Ambos forman parte de la exposición Pablo Curatella Manes y treinta artistas de la nueva generación en la Galería Creuze.
Desarrolla un extenso cuerpo de obra entre las que se encuentran sus Cajas Objetos, Engendros, la serie de Los embalajes, Las Lenguas y Los Amordazamientos. Entiende al hombre como un ser atormentado y manifiesta su furia y violencia contenida a punto de explotar en estas producciones.
En diciembre de 1974, Heredia recibe una carta de la AAA (Acción Anticomunista Argentina) donde se lo condenaba a muerte si no abandonaba la Argentina. Se traslada a Uruguay, donde vivió por un tiempo entre Montevideo y Punta del Este.
En 1975 funde en bronce algunos trabajos previos de estilo figurativo, como por ejemplo las Cabezas del Filósofo o la serie de Los Castillos. Presenta la serie de Copas Melba en la muestra homenaje a Marcel Duchamp en la Galería Arte Nuevo.
En 1981 recibe Premio Mención Especial del Premio Henry Moore, en el Hakone Open-Air Museum de Tokio y en 1998 el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires organiza su gran muestra retrospectiva, última de la cual forma parte. Fallece en el mes de abril del año 2000.
En palabras de Fernando García: “Heredar, herediar, esas proximidades de la lengua afloran en el corpus de la obra de Alberto Heredia. Pero cada palabra que se diga, que se escriba, es inmediatamente cuestionada por sus imágenes. Cómo hablar de corpus (ese academicismo) sin detenerse a pensar en sus reducciones del cuerpo escultórico clásico (pedestal y bronce) a objeto mutilado: corpusitos herediados. Como un jíbaro del Amazonas, Heredia nos expone ante un bestiario de dentaduras y bocas amordazadas como representación reducida de lo humano. Se habla de mordazas y se piensa en la historia negra del Estado Torturador Argentino y lo herediado se reduce así a metáfora política o insumo contestatario como tanta otra obra. Pero lo herediado no es sino lo que estalla entre “mordaza” y “mordaz”, en esos intersticios del lenguaje es donde sus piezas eligen aventurarse a lo visible. Las esculturas reducidas, jibarizadas, como indescifrables figuras totémicas. Porque “Herediar” el mundo (y el arte) es enloquecer su temporalidad: lo arcaico-rústico que viene siempre de un futuro que se intuye peligroso. Entonces, si se quiere señalamiento político en lo herediado pues que se acepte su espesor lúdico: mordaza y mordaz. Esa “a” que se amputa, es lo mutilado que aparece en los Heredia.”
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