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Leo Battistelli, Martha Boto, Marcela Cabutti, Beto De Volder, Manuel Espinosa, Gachi Hasper, Enio Iommi, Julio Le Parc, Raúl Lozza, Matilde Marin, Martín Reyna, Andrés Sobrino, Axel Straschnoy, Gregorio Vardanega, Ventoso
Leo Battistelli fabrica sus piezas con elementos naturales que llevan dentro de sí un proceso alquímico que mezcla agua y tierra para modelar los objetos que surgen de lo uniforme, buscando capturar el instante efímero que se remite al mundo espiritual del intercambio simbólico. Sus obras incluyen un desarrollo que evoca memorias identitarias, rituales y celebraciones. Los colores de sus piezas destilan la exuberancia tonal del Candombé y a través de los mismos manifiesta una belleza tumultuosa y delicada que hace pensar que Battistelli tiene el secreto de la perfección.
Para Marcela Cabutti el ejercicio de constatar las formas se torna una práctica de comprensión, una verificación del saber, de la experiencia y de la intuición mediante la cual arriba al sentido y a la esencia de esas formas. Sus piezas -si bien modulan parcialmente un lenguaje conocido- se valen por si mismas como mundos nuevos, como inéditas conformaciones atravesadas por conceptos y afectos que provienen de ella, pero al mismo tiempo la exceden, independizándose de quien los experimentó para adquirir vida propia.
Graciela Hasper elige abrazar con júbilo la tradición abstracta, absorbiendo de ella todo su legado estético, pero sin que eso signifique convertirse en una fiel represente de sus códigos. Por el contrario, la abstracción en Hasper es omnívora: adopta, cita, homenajea, se apropia y contamina de sus antepasados para más tarde condensarlos en un lenguaje propio que la vuelve una de las pintoras abstractas más importantes de su generación.
Le Parc propuso en los años sesenta una ruptura con la tradición artística que había prevalecido hasta entonces, alejándose de la obra estática y acercándose a una concepción dinámica del arte Sus juegos de luz modifican el espacio, lo recrean en forma permanente y al mismo tiempo lo disuelven, incluyéndonos en la obra de arte total.
Las ideas y proyectos estéticos de Matilde Marín trascienden siempre el mero ejercicio del arte que, de todas maneras, hace tiempo alcanzó en ella un grado de destreza y refinamiento indiscutidos en la elaboración de imágenes. Su producción actual está enfocada en el rol del artista como “testigo”, registrando relatos sobre el mundo que habitamos.
La obra de Martín Reyna se ve inspirada plenamente por el paisaje patagónico, aquel que marcó su vida e identidad en esta ocasión utiliza el grafito para recorrer con trazos sutiles las distintas siluetas que marca este particular paisaje. La fragmentación de la obra permite una doble lectura fundamentada en la aparente continuidad y discontinuidad de sus figuras. De este modo nos obliga a detener la mirada en los límites de cada fragmento donde se advierten cortes e interrupciones, así como también la contemplación cautivante de la disposición final del conjunto.
Andrés Sobrino presenta su serie de fotografías realizadas entre los años 2004 y 2007, capturan la refracción lumínica de objetos sobre una superficie blanca reflejante. Las tomas son el resultado de múltiples disparos, al menos 60 por imagen, de los cuales Sobrino selecciona una sola como producto final.
Ventoso se ve influído por las formas arquitectónicas que lo rodean, aquellas con las que sintetiza la sensación de movimiento en su obra y que traduce mediante el empleo de materiales no convencionales, cómo el polímero de alta densidad, el cual le permite resaltar el valor de los aspectos volumétricos, creando una impresión geométrica impecable.
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