Benito Laren · 12.05.2012 - 22.06.2012

Casino

texto curatorial

Rafael Cippolini

Jugate Conmigo

Si su obra fue asimilando, en los últimos veinte años, todas aquellas formas que el inconsciente alienígena del artista nicoleño consideró fundamentales en su visión del mundo (naves espaciales, próceres patrios, estrellas de cine, alta costura, fieras, ruedas monetarias, raquetas de tenis, celulares, arte geométrico, políticos, puertas de autos y un exagerado etcétera que marearía hasta un eximio clasificador como John Wilkins), esta vez se zambulló, con su impudicia habitual, en uno de sus mayores sueños: un casino tan gigantesco como un planeta.

Viene a la memoria el clásico de Robert Venturi y Denise Scott, Aprendiendo de todas las cosas (aunque un título más exacto hubiera sido Aprendiendo de Las Vegas). Nadie discute que esta cumbre de la teoría arquitectónica que el llamado “padre del pop y del posmodernismo” escribió junto a su mujer, dividió las aguas y fundó –incluso sin proponérselo del todo- una nueva dimensión antropológica. Un gran punto de concentración cultural se sigue deduciendo de sus páginas.

Pero lo de Laren es otro delirio. Incluso diferente al de Bugsy Siegel, aquel mítico gánster (interpretado oportunamente por Warren Beatty) que refundó la ciudad más grande del estado de Nevada. Repasemos esta escena: a principios de los ’90, y ante los maliciosos ataques de quienes definían la producción de los artistas del Rojas como “light”, Gumier Maier disparó un ta-te-ti de letras que duplicó la apuesta: “Lo nuestro no es light. Es bright”. Lo brillante, por supuesto, concentra tantísimas más proteínas.

Laren no sólo asimiló esta homofonía, sino que la elevó a potencias desbocadas. En cada nueva entrega más brillo, más givré, más star.

Por supuesto, no piensa en absoluto en el Brillo de Warhol, sino en toda la semiosis que estalla con lo que cualquier casino representa.

No podía ser de otro modo, siempre atento a la impecable coherencia de su trayectoria. Si no pocos de sus biógrafos coinciden en que el punto inicial de su aventura estética arranca con aquel gran retrato de un tigre (símbolo y seña de un supermercado del mismo nombre de su ciudad natal), pintura sobre vidrio hoy propiedad del Blanton Museum of Art, de Texas, esta vez sus pupilas se detuvieron en el Casino Trilenium. Es decir, en otro Tigre, esta vez un delta.

360º de un plan para conquistar no sólo el arte.

Un círculo tan perfecto como la más característica de las ruletas.

Indudablemente, esta es una muestra para que te caiga mucho más que una ficha.

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